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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Si no confías en tu propia oración

Saber que Cristo ha rezado por nosotros, para sostenernos en los momentos de debilidad.
El Santo Padre comenta en la audiencia del 11 de enero del 2012 la oración de Jesús en la última cena.

Quisiera resaltar sólo un pequeño detalle: la oración que hace Jesús por Pedro: yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague.


Nuestro Señor dirige esa frase a Pedro justo después de predecirle su triple negación. Jesús está a punto de salir para Getsemaní para agonizar en el huerto, pero sabe que también Pedro sufrirá una gran prueba y quiere decirle que a pesar de sucumbir, que siga adelante, que ha rezado por él. Precisamente la oración de Jesús sostiene la debilidad de sus discípulos durante la prueba.

Esto es un consuelo para nosotros, pues significa que ante las pruebas de la vida no dependemos exclusivamente de la fuerza de nuestra propia oración. Por un lado, a veces sufrimos pruebas tan grandes que lo último que nos apetece hacer en ese momento es rezar. Por otro, nuestros momentos de oración pueden llegar a ser tan distraídos que realmente poca fuerza podemos esperar de ellos. Perdemos la confianza en nuestra propia oración.

Pero saber que Cristo ha rezado por nosotros, para sostenernos en los momentos de debilidad, para que sepamos levantarnos después de habernos caído, es un gran consuelo. ¿Qué oración puede ser más eficaz que la del mismo Cristo?

Si no confías en tu propia oración, no te preocupes. Cristo ha rezado por ti.

Aquí puedes leer el texto completo de la catequesis del Papa del 11 de enero de 2012

Autor: P. Francisco Armengol, L.C | Fuente: www.la-oracion.com

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