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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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Juana Jugan - VI

Juana Jugan

Lo que en la vida de san Juan Bautista fue un episodio, ocupó casi toda la existencia de Juana Jugan. Tras fundar el germen de las futuras Hermanitas de los Pobres y tras doce años de intensa actividad apostólica, fue despojada de todos sus cargos y relegada durante veintisiete años, hasta su muerte.

Juana Jugan había sido reelegida como Superiora por la comunidad el 8 de diciembre de 1843, pero un sacerdote, el padre Le Pailleur, dos días antes de la Navidad de ese mismo año, anuló por su cuenta la elección y nombró en su lugar como Superiora a una religiosa de 23 años.

Es más; Le Pailleur suplantó a Juana como Fundador de la Congregación y procedió a una sorprendente "reescritura" y falsificación de la historia de la propia fundación", intentando hacer creer a todos que Juana había sido la tercera religiosa en incorporarse.

La falsificación llegó hasta la propia tumba: cuando Juana murió en 1879, se escribió sobre la lápida, al lado de su nombre: "tercera Hermanita de los Pobres".

Esta leyenda, creada deliberadamente por el Padre Le Pailleur, aparecía en los textos oficiales de la época. "La primera vez -escribe Milcent- en la carta escrita por el Obispo de Rennes a la Santa Sede, para presentar a la Congregación y pedir la aprobación pontificia. La fecha del comienzo de la obra se ha convertido en el 15 de octubre de 1840 (en realidad Juana entonces ya había recogido a dos mujeres pobres desde hacía casi un año).

”Se presenta al Padre como Fundador. A Juana sólo se la nombra entre `cuatro jóvenes de humilde condición´. Se ha encontrado el borrador de esta carta en los archivos del obispado de Rennes: tiene dos correcciones que modifican sensiblemente el texto: probablemente han sido introducidas por una mano cómplice, después de que el Obispo aprobase el texto. Se ha tachado el adverbio praesertim (= en particular, especialmente) que subrayaba el papel de Juana; y se ha añadido la palabra fundatoris al lado del nombre de Le Pailleur".

El autor recuerda otras falsificaciones, que fueron posibles en el interior de la Congregación porque los primeros testigos fueron desapareciendo poco a poco, no sin ocasionar algunos asombros en las nuevas vocaciones "ya que muchas de ellas habían oído en sus familias otra versión de los hechos".

Al final, los hechos se aclararon, tras una encuesta apostólica realizada por la Jerarquía. En 1880 Le Pailleur fue llamado a Roma, donde murió en un convento, sin recobrar el cargo que se había atribuido.

Pocos años después, la Santa Sede comenzó a descubrir la verdad histórica de los sucesos. La joven religiosa que sustituyó a Juana Jugan -Mane Jamet- conoció este final, ya que ella murió en 1893; posiblemente esto la consoló. Su buena fe no puede ponerse en duda: a menudo debía sentirse desgarrada entre lo que creía la obediencia y el respeto a la verdad. Una religiosa había oído de ella la siguiente confesión: ´no soy yo la primera hermanita ni la Fundadora de la obra. Juana Jugan es la primera y la Fundadora de las Hermanitas de los Pobres´".

Para entender la actitud de Juana Jugan durante este proceso, hay que tener en cuenta, como apunta Garrone, que la Fundadora sabe durante ese periodo "que la barca está en buena ruta; la elección de la superiora que la substituye de oficio, a pesar del voto de las hermanas, no le parece contraria al bien de la comunidad y de los ancianos a quienes hay que servir”. Contempló a lo largo de su vida, durante su postergación, el gran desarrollo de la Congregación que había fundado, que contaba, pocos años antes de que muriera, con más de cien casas en diversos países y con 2.400 religiosas.

Postergada, humillada, injustamente olvidada, Juana Jugan no tuvo nunca ninguna reacción de rencor. "Nunca le oí decir -recuerda una religiosa- la menor palabra que pudiera hacer suponer que ella había sido la primera Superiora General. Hablaba con tanto respeto, con tanta deferencia de nuestras primeras buenas madres (= las superioras). Era tan pequeña, tan respetuosa en sus relaciones con ellas...".


Santa Rafaela

Ésa fue también la actitud de santa Rafaela María Porras, una de las Fundadoras del Instituto de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, a la que unas religiosas de su Congregación desposeyeron de todos los cargos de gobierno, tras dieciséis años de Fundadora y Superiora General de su Instituto, alegando que se había vuelto loca.

La Santa vivió así hasta su muerte: fueron treinta y dos años de "aniquilación progresiva y de martirio en la sombra", como diría Pío XII el día de su Beatificación.

Santa Rafaela conservó siempre, ante estas contradicciones -como afirmaba su director espiritual, un religioso jesuita que ignoraba que aquella humilde monja a la que dirigía espiritualmente fuese la Fundadora- una "serenidad de espíritu, manifestada en su mirada límpida y en la característica sonrisa en sus labios".

No hubo en ella el mínimo movimiento de crítica. "Yo bendigo cada día más mi inutilidad -decía-; ojalá que acabe de lograr que nadie, se acuerde de mí".


San Alfonso

“¡Cómo se consuelan los santos, cuando son injuriados -escribía san Alfonso- recordando las ignominias que padeció Jesucristo por nosotros!".

En su vejez el propio san Alfonso tuvo que aplicar éstas a su propia vida: cuando volvió de Santa Águeda, donde le había nombrado Obispo el Papa, descubrió que "la Congregación atravesaba entonces una crisis profunda. Había rivalidades, intrigas y ambiciones y en la misma Curia Romana se seguía un proceso en el cual los cismáticos tenían todas las probabilidades de triunfar.

”El mismo Fundador estaba en peligro: se le acusaba de haber cambiado las Constituciones del Instituto, de haberse dejado engañar por el regalismo. dominante, de haber hecho más caso de la corte de Nápoles que de la autoridad pontificia. Y llegó la sentencia de Pío VI: Alfonso y sus más fieles compañeros eran separados de la Congregación.

”Al recibir la noticia, sólo dijo estas palabras: hace seis meses que hago esta sola oración: `Señor, lo que Vos queréis lo quiero yo también.´ Pero tan delicada era su conciencia, que pensó en emprender un largo viaje para manifestar su sumisión al Papa." Esto provocó el asombro de los que le rodeaban porque ni siquiera era capaz, a sus años, de tenerse en pie.


La Beata María de la Pasión

La Beata María de la Pasión, Fundadora de las Franciscanas Misioneras de María, sufrió una humillación semejante, aunque durante menos tiempo. Fue depuesta del gobierno de, su Instituto en 1883 y rehabilitada al año siguiente.
Autor: José Miguel Cejas | Fuente: www.conelpapa.com

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