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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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REZAR

Rebeca no podía tener hijos, así que Isaac rogó al Señor por ella. Y el Señor oyó su oración , y Rebeca quedó embarazada.

Génesis 25,21

Rezar es un ejercicio del espíritu. Rezar fortalece el espíritu. El espíritu es el motor que mueve el cuerpo. Así, la intención se convierte en movimiento, así la intención se convierte en acción.
El rezar nos permite mirarnos a nosotros mismos y a confrontarnos con nuestro yo. El rezar nos trae paz y sosiego a nuestro espíritu, lo que a su vez se transmite a nuestro intelecto.
No importa si rezamos solos o en compañía. El rezar siempre nos llevará a elevar nuestro espíritu y llegar a estar en presencia de Dios


Y aún más. Aunque parezca paradójico, si nuestras intenciones de orar están vacías, lo que convierte en vacías nuestras oraciones, si nuestras oraciones no tienen sentimiento y, por ende, no tienen contenido, entonces es cuando se tornan "pesadas" y no se elevan. Se quedan a nuestro nivel material y no "vuelan" en búsqueda de la presencia de Dios. Pero, por el contrario, cuando la oración que rezamos sale de nuestro ser y va "cargada" con todo el peso del espíritu y de la sinceridad de nuestro corazón, entonces la oración se torna en una cosa tan "liviana" que se eleva y "vuela" en búsqueda de la Presencia Divina llevando ante el Todopoderoso nuestro mensaje, nuestra palabra, nuestro pedido.
Al rezar debemos tratar de hacerlo en un nivel de devoción tal que nuestras palabras, imbuidas con nuestros pensamientos, puedan llegar a la presencia de Dios. Si nuestras oraciones se convierten en mera rutina, si cuando rezamos lo hacemos de una forma mecánica, repitiendo palabras que no entendemos ni tratamos de entender, repitiendo palabras a las que no buscamos de "cargarlas" con sentimiento ni intención, entonces mas bien parecemos robots que seres humanos.
Cuando rezamos debemos "meternos" en la oración, hacerla nuestra, que sea parte de nuestro ser.
Podemos rezar con la palabra, con la mente, con el corazón, con el intelecto, y todas son formas válidas y valiosas, pero el grado mas alto de oración es cuando llevamos nuestro rezo a la acción, a la práctica.
No digas en tus oraciones cuánto amas a tu prójimo, sino muéstralo, demuéstralo con tu proceder, con tu forma de actuar. El rezar es una poderosa y útil herramienta para nuestro propio ser, para buscar nuestro propio yo, para ser cada día un poquito mejor, para contrarrestar nuestra soledad. No mal utilicemos ni desperdiciemos la oportunidad que nos ofrece la oración.

AUTOR: S.M.M. / FUENTE: MARIA MEDIADORA DE TODAS LAS GRACIAS

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