1. INVOCA
Prepara tu ánimo para este rato de comunicación con el Señor. Él te va a dirigir su Palabra. Depende de ti: escucharla, aceptarla, interiorizarla, meditarla... llevarla a la vida. La Palabra te transforma.
Deja a un lado tus ocupaciones y preocupaciones: programas, planes, tareas... Prepara la Biblia y la hoja.
Cantemos suavemente:
Pedimos a la Virgen María que nos trasmita su actitud orante de la Palabra.
Santa María de la Palabra,
el amor te ha hecho libre,
como el alba a la mañana,
porque acogiste la Palabra.
Santa María,
tu corazón sereno es libre,
con la libertad del Reino,
porque bebiste la Palabra.
Santa María,
tu corazón de hambre y sed
de justicia es libre,
con la libertad de un Dios en plenitud,
porque te dejaste conducir
por la Palabra.
Santa María,
tu corazón misericordioso es libre,
con la libertad de ser llamada hija de Dios,
porque ofreciste tu persona a la Palabra.
Santa María,
tu corazón perseguido por la justicia es libre,
con la libertad de ser tuyo el Reino,
porque proclamaste la Palabra.
Santa María,
tu libertad te lleva a ser feliz,
cuando la persecución a causa de Jesús
llama a tu puerta,
porque sintonizaste con la Palabra.
Santa María,
tu corazón se alegra y exalta de gozo,
porque el Señor ha mirado tu pequeñez
y ha pronunciado su Palabra.
Santa María,
tu libertad se hace felicidad,
porque la Palabra acampó entre nosotros
y en ti la Palabra se ha hecho carne.
2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Jn 9, 1-41) (Qué dice la Palabra de Dios)
Contexto
La ceguera, como otras enfermedades, según la mentalidad del tiempo de Jesús, era considerada como fruto de una conducta moral pecadora. Así como la buena salud y las riquezas eran signo de que el creyente se portaba bien con Dios. Los discípulos de Jesús participan de esta idea.
El núcleo de este texto evangélico es la proclamación de Jesús: Yo soy la luz del mundo (v. 5). Todo este relato es como una larga parábola o catequesis que lleva este mensaje: Jesús es la Palabra y Él es la luz verdadera, que con su venida al mundo ilumina a todo hombre (Jn 1, 9).
Texto
1. El ciego que ve
La vida pasada del ciego ha estado hundida en la oscuridad. Sin visión en sus ojos y sin la visión de la fe. Ver es igual a tener fe.
El ciego no pide nada. Es Jesús el que tiene la iniciativa de atenderle y de otorgarle la vista.
El ciego que recibe la visión corporal (v. 7).
Jesús no se contenta con darle la vista corporal, sino que le va revelando su identidad, hasta que el sanado reconoce que:
es un profeta (v. 17);
es el Salvador (Hijo del hombre), (v. 38).
El encuentro de Jesús con aquel hombre concluye con el acto de fe reconociendo a Jesús como Hijo de Dios: se postró ante él (v. 38).
El proceso de reconocer a Jesús como Dios va describiendo los pasos:
lavado, que recuerda el bautismo;
iluminación, al recibir a Cristo-Luz en el bautismo;
sanación corporal de la ceguera: desde las tinieblas a la luz de Cristo;
vencimiento las resistencias y ataques y proclama abiertamente que Jesús es el Mesías.
salvación e iluminación total por la fe en Jesucristo;
testimonio de la Luz que recibe (vs. 30-33)
2. Yo soy la luz del mundo (v. 5)
Jesús tiene la iniciativa de acercarse al ciego y también la de iniciar el proceso de la visión (vs. 6-7).
Destruye la mentalidad de que la ceguera viene del pecado (v. 3).
Da sentido a la carencia física y a la enfermedad: Para poner de manifiesto el poder del que me envió (v. 4).
Devuelve la dignidad y la voz al ciego sanado, cuando se enfrenta con los fariseos (vs. 24-33).
Es proclamado profeta por el sanado (v. 17). Jesús mismo es la Palabra que da la salud corporal y espiritual.
Es el Hijo del hombre, el Mesías, el Ungido, que viene a ungir con el Espíritu en el bautismo.
Jesús se autoproclama: Yo soy la Luz del mundo. El que me siga no camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12).
3. Nosotros, portadores de la Luz
Iluminados con la Luz desde el bautismo, pero caminando entre tinieblas.
Hijos de Dios, pero sin la confianza total en el Padre.
Creyentes en Jesús, Hijo de Dios, Mesías, Salvador:. Pero, no le creemos del todo con nuestra vida.
Discípulos de Jesús, pero sin seguirle radicalmente.
Hermanos de Jesús, pero sin crecer en la amistad con Él.
Miembros de la Iglesia, pero con nuestros individualismos, sin formar comunidad.
Abriendo los ojos a la realidad, pero con evasiones y sin comprometernos.
Creyendo que Jesús es la Luz, pero poniendo cristales ahumados para que no hiera nuestra vista.
Afirmando y predicando que Él es el Mesías, pero evitando las cruces por causa del Evangelio.
3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
También puedo andar a oscuras, con los ojos cerrados, porque no tengo fe total en Jesús.
También puedo excusarme ante Jesús, temiendo que su curación me lleve a un compromiso definitivo con Él.
Tengo que dejarme iluminar por Jesús, para que experimente con claridad qué quiere el Señor de mí y qué respuesta me pide.
Como el ciego, tengo que dejarme mirar, ser tocado, mandado, enviado, lavado e iluminado por Jesús.
Con y desde Él, sí podré ver con otra visión la vida, para transformarla en tiempo e historia de salvación.
Con Él, sí podré ser testigo, superando los miedos y temores de las burlas y malentendidos por causa del Evangelio.
4. ORA (Qué le respondo al Señor)
Cura, Jesús, mi ceguera. Para que pueda descubrirte en el fondo de mi existencia, en los hermanos, en la monotonía de cada día, en los sucesos agradables y desagradables.
Abre mis ojos interiores, los de la fe, para dar sentido a mi vida y a la vida de los que me rodean.
Sumérgeme, una vez más, en las aguas fecundadas por tu Espíritu, para crecer en mi condición de hijo amado del Padre, hermano tuyo y hermano de las personas.
Anímame con tu Espíritu para ser portador de tu Luz a los que caminan a oscuras por la vida.
Sáname, Jesús, con tu fortaleza y con tu suavidad, con tu ternura y con tu energía, con tu vida y con tu muerte, con tu cruz y resurrección.
5. CONTEMPLA
Al ciego sanado, valiente, audaz, creyente, testigo, iluminado e iluminador.
A Jesús, que se acerca a ti, para abrirte los ojos a la fe y a la confianza.
A Jesús, que viene a renovar tu consagración bautismal, para ser más hijo del Padre, más hermano del Hermano y de los hermanos.
6. ACTÚA
Repetiré y viviré lo que expresa el salmo 36, 10: En ti está la fuente viva y tu Luz nos hace ver la luz.
Autor: P. Martín Irure | Fuente: Catholic.net
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P. Martín Irure |
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