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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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TIEMPO DE CUARESMA: ¿Qué significan las cenizas?

¿Qué significan las cenizas?
El uso litúrgico de las cenizas tiene su origen en el Viejo Testamento. Las cenizas simbolizan duelo, mortalidad y penitencia. Por ejemplo, en el Libro de Ester, Mardoqueo se viste de tela de saco y se cubrió de cenizas cuando supo del nuevo decreto del Rey Asuero (485-464 antes de Cristo) de Persia que condenaba a muerte todos los judíos en su imperio. (Est 4:1). Job (cuya historia fue escrita entre el s. VII y V antes de Cristo) mostró su arrepentimiento vistiendo tela de saco y echándose cenizas (Job 42:6). Daniel (circa 550 antes de Cristo), al profetizar la captura de Jerusalén por Babilonia, escribió, "Volví mi rostro al Señor, Dios, buscándole en oración y plegaria, en ayuno, saco y ceniza" (Dan 9:3).


En el s. V antes de Cristo, luego de la prédica de Jonás, el pueblo de Níneve proclamó un ayuno y todos se vistieron de tela de saco, incluyendo al Rey, quien además se levantó de si trono y se sentó sobre cenizas (Jon 3:5-6). Estos ejemplos sacados del Viejo Testamento demuestran la práctica establecida de utilizar las cenizas como símbolo (algo que todos comprendían) de arrepentimiento.

Jesús mismo hizo referencia al uso de las cenizas. Respecto de aquellos pueblos que rehusaban arrepentirse de sus pecados, a pesar de que habían visto milagros y habían escuchado la Buena Nueva, nuestro Señor dijo: "¡Ay de ti, Corazaím; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. (Mt 11:21).

La Iglesia, desde los primeros tiempos, continuó la práctica del uso de las cenizas con el mismo simbolismo. En su libro, De Poenitentia, Tertuliano (c. 160- 220 después de Cristo), prescribió que un penitente debiera "vivir sin alegría en tela de saco áspera y cenizas". El famoso historiador de los primeros años de la Iglesia, Eusebio (260- 340 después de Cristo), relata en su libro La Historia de la Iglesia, como un apóstata de nombre Natalis se presentó con vestimenta de saco y con cenizas ante el Papa Ceferino, para suplicar el perdón Se sabe que en determinado momento existió una práctica que tenía al sacerdote echando cenizas sobre la cabeza de quien tenían que hacer penitencia pública. Se echaban las cenizas al penitente salir del confesionario

En la época medieval, ya para el s. VIII, aquellas personas que estaban por morir eran acostadas en el piso sobre una tela de saco rociada con cenizas. El sacerdote bendecía al moribundo con agua bendita diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás".

Después de rociar al moribundo con agua bendita, el sacerdote le preguntaba: "¿Estas conforme con la tela de saco y con las cenizas como testimonio de tu penitencia ante el Señor en el día del juicio?". El moribundo contestaba: "Sí, estoy conforme". Se pueden apreciar en todos estos ejemplos que el simbolismo de la tela de saco y la de las cenizas servían para representar los sentimientos de aflicción, y arrepentimiento e intención de hacer penitencia por pecados cometidos contra el Señor y su Iglesia.

Con el pasar del tiempo, el uso de las cenizas se adoptó como señal del comienzo del Tiempo de Cuaresma; el periodo de preparación de cuarenta días (excluyendo los domingos) antes de la Pascua de Resurrección.

El ritual para el Día de las Cenizas ya formaba parte del Sacramental Gregoriano. Las primeras ediciones de este sacramental datan del s. VII.

Hace alrededor de mil años, un sacerdote anglosajón de nombre Aelfric, predicó lo siguiente: "Leemos en los libros de la Vieja Ley y en la Nueva, que aquellos hombres que se arrepentían de sus pecados se cubrían de cenizas y cubrían sus cuerpos con tela de saco. Hagamos pues este poquito durante el tiempo de ayuno en la Cuaresma para mostrar arrepentimiento de nuestros pecados".

En nuestra liturgia actual del Miércoles de Cenizas, utilizamos cenizas hechas de los ramos de palma distribuidos el año anterior el Domingo de Ramos. El sacerdote bendice las cenizas y las impone en la frente de cada fiel haciendo la Señal de la Cruz y diciéndole: "Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás" o "Arrepiéntete y cree en el Evangelio.

Debemos prepararnos para el comienzo de la Cuaresma comprendiendo el profundo significado detrás de las cenizas que recibimos. Este es un tiempo para examinar nuestras actuaciones pasadas y lamentarnos profundamente de nuestros pecados. Sólo así podremos volver con sinceridad nuestros corazones al Señor, quien sufrió, murió y resucitó por nuestra salvación. Este tiempo nos sirve además para renovar nuestras promesas bautismales, cuando morimos a una vida pasada y comenzamos una nueva vida en Cristo. Finalmente, conscientes que las cosas de este mundo son pasajeras, tratemos de vivir ahora y con firme esperanza en el futuro y la plenitud del Cielo.

(Traducido de un escrito del Padre Saunders, publicado en el Arlington Catholic Herald, el 17 de febrero de 1994. El P. Saunders es Presidente del Instituto Notre Dame para la Catequésis y Asistente de Párroco en la Iglesia Reina de los Apóstoles en Alexandria, Virigina.

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