El Tiempo de Cuaresma va desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor exclusive, y está ordenado a la preparación de la Pascua.
La liturgia curesmal prepara para la celebración del misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, tanto de los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles que recuerdan su llegada a ser cristianos completos por medio del bautismo, la confirmación y la eucaristía, y hacen penitencia, buscando una conversión cada vez más perfecta, por medio de la escucha más frecuente de la Palabra de Dios, la frecuencia de los sacramentos, la oración, las privaciones voluntarias de las que son ejemplo el ayuno y la abstinencia, y la limosna u otras obras de ayuda mutua que manifiestan el desprendimiento de los bienes materiales y la renuncia al egoísmo. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social, por lo que los obispos de cada región pueden adaptar y recomendar a todos los fieles estas prácticas comunitarias que han de estimular a otras más personales. « Sin embargo - como dispuso el Concilio Vaticano II - ha de tenerse en como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de Pasión y Muerte del Señor y aún extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección, con elevación y apertura de espíritu » (Sacrosanctum Concilium n. 10).
La liturgia de la Cuaresma es de las más antiguas y ricas del Año Eclesiástico.
Preparación Espiritual
Si los cristianos hubiéramos renunciado definitivamente al pecado, la Cuaresma, con todo, sería tiempo de austeridad corporal, para acompañar el áspero ayuno de Jesús en el desierto y los duros tormentos que por amor a nosotros padeció nuestro Divino Redentor en la Pasión.
Desgraciadamente, la penitencia es necesaria, además, para purificar nuestro corazón tantas veces manchado por el vicio. La Cuaresma es el tiempo aceptable; estos son los días de la salvación, en que Dios quiere devolvernos su gracia, para que, muriendo ahora espiritualmente con Cristo, resucitemos con Él en la solemnísima fiesta de Pascua.
Ahora es, pues, tiempo de practicar el ayuno, y otras austeridades que practicaron los santos. Debe uno tratar de abstenerse lo más posible de espectáculos, bailes y fiestas mundanas, y poner freno a las pasiones que nos arrastran. Así hallaremos tiempo y ambiente espiritual para la meditación, para oír la palabra de Dios, y para hacer obras de misericordia corporales y espirituales. La Cuaresma es también el tiempo indicado para retirarse unos días con el mayor recogimiento posible a hacer Ejercicios espirituales, a fin de pensar seriamente en la situación de nuestra alma, purificarla con una buena confesión general y ordenar la vida conforme al espíritu del Evangelio.
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