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SS. Pedro y Pablo

Qué le responderíamos a Jesús si hoy nos preguntara: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? / Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer M ateo 16, 13-19 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en

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TIEMPO DE CUARESMA


El Tiempo de Cuaresma va desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la Cena del Señor exclusive, y está ordenado a la preparación de la Pascua.

La liturgia curesmal prepara para la celebración del  misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, tanto de los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana, como a los fieles que recuerdan su llegada a ser cristianos completos por medio del bautismo, la confirmación y la eucaristía, y hacen penitencia, buscando una conversión cada vez más perfecta, por medio de la escucha más frecuente de la Palabra de Dios, la frecuencia de los sacramentos, la oración, las privaciones voluntarias de las que son ejemplo el ayuno y la abstinencia, y la limosna u otras obras de ayuda mutua que manifiestan el desprendimiento de los bienes materiales y la renuncia al egoísmo. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social, por lo que los obispos de cada región pueden adaptar y recomendar a todos los fieles estas prácticas comunitarias que han de estimular a otras más personales. « Sin embargo - como dispuso el Concilio Vaticano II - ha de tenerse en como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de Pasión y Muerte del Señor y aún extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección, con elevación y apertura de espíritu » (Sacrosanctum Concilium n. 10).

La  liturgia  de la  Cuaresma es  de  las más antiguas y ricas  del  Año Eclesiástico.

Preparación Espiritual

Si los cristianos hubiéramos renunciado definitivamente al pecado, la Cuaresma, con todo, sería tiempo de austeridad corporal, para acompañar el áspero ayuno de Jesús en el desierto y los duros tormentos que por amor a nosotros padeció nuestro Divino Redentor en la Pasión.

Desgraciadamente, la penitencia es necesaria, además, para purificar nuestro corazón tantas veces manchado por el vicio. La Cuaresma es el tiempo aceptable; estos son los días de la salvación, en que Dios quiere devolvernos su gracia, para que, muriendo ahora espiritualmente con Cristo, resucitemos con Él en la solemnísima fiesta de Pascua.

Ahora es, pues, tiempo de practicar el ayuno, y otras austeridades que practicaron los santos. Debe uno tratar de abstenerse lo más posible de espectáculos, bailes y fiestas mundanas, y poner freno a las pasiones que nos arrastran. Así hallaremos tiempo y ambiente espiritual para la meditación, para oír la palabra de Dios, y para hacer obras de misericordia corporales y espirituales. La Cuaresma es también el tiempo indicado para retirarse unos días con el mayor recogimiento posible a hacer Ejercicios espirituales, a fin de pensar seriamente en la situación de nuestra alma, purificarla con una buena confesión general y ordenar la vida conforme al espíritu del Evangelio.

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